I
Caminaba dulce Caperucita, Rojo vestido para matar, A solo quince días de sus quince celebrar, Rebeldía la niña buscaba en aquel bar. En la barra, desorientada, se sentó, Maravillada por el mundo que encontró Al otro lado del letrero que ignoró, 'Solo mayores de dieciocho, por favor'. Al caballero distinguido sonrió, Cuando este a su lado se sentó, Y con palabras y champagne la obnubiló. Una niña enamorada del lobo feroz. Ella era una pequeña, con el corazón en dos; El mundo su inocencia esa noche arrebató; Y con sus garras, vestido y sueños desgarró, A la dulce Caperucita, el lobo se tragó. Su alma está fría, solo queda el dolor, Y la ausente apatía de quien todo lo perdió. Eterna Caperucita, vaga aquel callejón, Donde lucha fútil dio contra el lobo feroz. F. E. Ybañe.